sábado, 27 de noviembre de 2010

ANÁLISIS: TODA CLASE DE PIELES

ANÁLISIS: TODA CLASE DE PIELES

Tras escuchar la historia “toda clase de pieles” extraeré los aspectos pedagógicos y los aspectos psicológicos que contiene. Para ello, hay que definir primero que es cada cosa.
Los aspectos pedagógicos son las enseñanzas para la vida, mientras que los aspectos psicológicos es la evolución de la protagonista de la infancia a la edad adulta. Los momentos por los que pasa y lo que simbolizan (viaje iniciático).

Aspectos pedagógicos

Hay varias enseñanzas que se pueden extraer de esta bonita historia.
En primer lugar, promesa que le hace el rey a la reina de casarse con otra mujer tan bella o más que ella para tener descendencia que ocupara el trono, ya que esta era una de las obligaciones de ser rey. Pero a pesar de buscar por activa y por pasiva a otra mujer, solo la encontró en su hija, y es entonces cuando le dice que se tienen que casar. Obviamente a la niña le parece una locura, es su padre y le quiere pero no para aceptarle como esposo.
Es aquí donde el rey, se tendría que haber dado cuenta de la locura que estaba pensando hacer y que aunque hubiera prometido a su esposa casarse con una mujer más bella y su obligación fuera tener descendía para el trono, no tendría ni siquiera que habérselo propuesto, ya que el precio que iba a pagar era demasiado caro. Perder a una hija por cumplir una promesa.
Estoy de acuerdo con que las promesas se tienen que cumplir pero si sabes que no lo vas a poder hacer, no lo prometas. El que una persona cumpla una promesa puede tener consecuencias no tan gratas para otras personas que se ven implicadas. Considero que en este caso hubiese sido mejor no cumplir la promesa y haber conservado a su hija y haber mantenido su familia igual de feliz que hasta el momento.

Una segunda enseñanza, es cuando la princesa se arma de valor para huir de palacio y rehacer su vida lejos de su padre y de la vida que había llevado hasta el momento. Podría haber decidido quedarse y aceptar por no perder nada de lo que tenía, pero sin embargo miro por su felicidad y por su futuro. No es la mejor forma de irse pero era la única solución que le quedaba.
En la vida real, todos tenemos que hacer nuestra vida en algún momento y formar una familia, pero claro esta que la mayoría no lo hacemos de esta manera.
Es duro alejarte de lo que siempre has tenido, y ser tu misma la responsable de todo lo que suceda a partir de ese momento, hacerlo tu todo, luchar porque todo funcione y tener una buena vida, ya que hasta este momento nos lo han dado todo hecho nuestros padres.
También es cierto que ella no tendría nunca la ayuda de sus padres, ni le volvería a ver, y que nosotros cuando nos vamos de casa, siempre tenemos el apoyo de nuestra familia y la seguimos viendo constantemente, sobre todo al principio, que te cuesta más separarte de ellos y los ves o hablas con ellos, todos los días.

La tercera enseñanza, que nos sucede a todos en la vida y no solo a la princesa, es valorar las cosas que tenemos y el esfuerzo que hay que hacer para conseguirlo, el trabajo duro y constante que hasta el momento habían hecho por nosotros para tener todas las comodidades y los lujos que teníamos. Y de los cuales, no nos damos cuenta hasta que no nos ponemos a trabajar y vemos lo duro que es. Esto mismo es lo que le sucede a la princesa en el cuento. Lo tenía todo, pero cuando la refugian en el palacio, tiene que aprender a cocinar, a limpiar, en definitiva, a trabajar. Y es hay cuando valora las cosas que había tenido y a las personas que habían trabajado para ella.

La última enseñanza, es cuando se enamora del príncipe y lo apuesta todo por el. Se arriesga a ir al baile sabiendo que podría descubrir que era una de las sirvientas de palacio. También se arriesga al meter sus joyas en la sopa, sobre todo el anillo de su madre, que según dijo el príncipe al final de la historia, simboliza el compromiso.
El rey descubre que es ella, porque le puso la pareja de ese anillo en la mano de la princesa. Gracias a eso, la descubre y la pide que se case con ella, ya que lo único que le importa es pasar el resto de su vida con ella, sin importarle nada más, ni quien es, ni de donde viene, ni nada que le haga recordar su pasado.
Ambos se arriesgan y ganan.
Esto mismo sucede en la vida real, aunque no siempre es tan bonito como en los cuentos, ya que no siempre el amor triunfa por mucho que arriesgues por esa persona a la que quieres.

Aspectos psicológicos

Para mí el cambio que se da en la princesa de la infancia a la edad adulta, es decir, la princesa deja de ser una niña para convertirse en una mujer, es cuando su aspecto cambia y su padre la ve como a la mujer más bella del mundo, más bella incluso que su madre, y es por eso por lo que le dice que ya ha crecido y que se tiene que casar con el para poder tener un heredero varón que ocupe el trono.
Como ella no quiere casarse con su padre, le va poniendo condiciones que ella cree que no conseguirá, para no casarse con el, o al menos retrasarlo todo lo que pueda.
Lo primero que le pide son tres vestidos y su padre lo consigue aunque tarda un poco. Ella se preocupa y para alargar el momento de la boda, le pide otra cosa algo más difícil, un abrigo confeccionado con toda clase de pieles, pero el rey lo consigue también.

Es entonces cuando decide abandonar el palacio, huir, dejando atrás todo lo que había tenido hasta el momento y dejar a su padre, al cual quería mucho pero no como esposo, y decide marcharse sin saber lo que el destino le depara fuera de ese lugar.
La princesa tiene que sobrevivir en el bosque mientras que huye de su padre, se va desmejorando mucho, hasta que un cazador la encuentra y la lleva a un palacio, allí la ponen a trabajar en las cocinas, y a pesar de que no sabia hacer nada porque siempre se lo habían hecho todo, aprendió poco a poco y nunca protestaba por nada. Aquí podemos ver, que ya no es una niña sino que ya es una mujer adulta y tiene responsabilidades acordes a ello. Aprendió a valorar lo que era la vida, lo que tenía, lo que había tenido en palacio y lo que pasó cuando huía.

Hay un elemento muy importante en la historia, que es el abrigo de pieles, con el cual se tapa durante toda la historia para protegerse, al igual que oculta su identidad, no porque no la recuerde, sino para que no la devuelvan a su reino junto a su padre y evitar así casarse con el. Porque aunque este en otro país, y este algo más tranquila, sigue con miedo a que su padre la encuentre y la obligue a casarse con el. Es por esto, que la princesa no se quita el abrigo, hasta el final de la historia cuando el príncipe le pide que se case con ella. Porque si la encuentra y esta casada con otro hombre, ya no le podrá obligar a casarse con el.
Su marido, el príncipe de aquel país, la protegerá eternamente. Es en este momento cuando alcanza la madurez total.

TODA CLASE DE PIELES

TODA CLASE DE PIELES

Tras subir la historia de los hermanos Grima, toda clase de pieles, voy a subir esta otra historia, la cual es la misma, pero contada por Irune en clase y transcrita por mi, a través de las anotaciones que cogí y de la grabación de voz.

Había una vez en un lejano reino, un rey y una reina que se habían casado hacía poco y que estaban muy enamorados. El rey era joven y muy atractivo y la reina era la mujer más bella del mundo y se querían muchísimo, eran completamente felices y juntos fueron pasando y reinando los años. Pero cuando ya llevaban casi 10 años de casados, solo había un problema que enturbiaba la relación de los reyes y es que no habían tenido todavía ningún hijo que le sucediera en el trono. Por eso cuando la reina se quedo embarazada y se lo anunció a su marido, el rey se puso muy contento y se hicieron fiestas en palacio y todos se encontraban muy felices.
El caso es que el día que la reina dio a luz y tuvo una niña, la reina empezó a tener hemorragias que no eran capaces de cortar los médicos de la corte, y la reina empezó a morirse poco a poco desangrada y antes de morir le dijo a su marido que estaba a su lado, que ella sabia que el se tenia que volver a casar para tener un hijo varón que le sucediera en el trono, ya que solo tenían una niña. Pero le iba a poner una condición, y es que se tenía que casar con una mujer más bella que ella, el rey se lo prometió en su lecho de muerte y la reina murió. El rey se quedo muy triste, se consolaba con su hija pequeñita, iban pasando los años y el rey seguía triste y echando de menos a su esposa. Pero los consejeros le dijeron que se tenía que volver a casar porque necesitaban un heredero varón para el trono, y que lo que tenía que hacer era casarse y tener hijos y que uno de ellos reinara.
Al rey no le hacía mucha gracia pero como sabia que eran sus deberes de gobierno pues dijo que se casaría y para ello busco a una mujer tan bella o más bella que su esposa. Para esto pidió que se le mandasen todos los retratos de las princesas de todos los países, para ver cual era la más bella y con cual se podía casar, pero en los retratos vio que todas eran más feas que su mujer, por lo que las despreciaba a todas. Así iban pasando los años y cuando se terminaron las princesas, empezaron con las mujeres de las cortes de todos los países, pero tampoco encontraron a ninguna mujer más bella que la reina. El ya estaba cansado y desesperado, entonces buscaron por las  calles de las ciudades y los pueblos, pero no encontraron una mujer más bella que la reina.
Habían pasado ya 15 años desde que había muerto la reina y su hija se había convertido ya en una princesita, así es que el rey, un día que estaba jugando y hablando con su hija, la miro de otra forma, la miro como a una mujer y se dio cuenta de que la única mujer que había en el mundo que era mas bella que su propia mujer era su propia hija. Así es que como le había hecho la promesa a su mujer de que se casaría con una mujer más bella que ella, le dijo a su hija que se iban a casar.
La hija quería mucho a su padre pero nunca para casarse con el, pero el padre insistía en que ella tenia unas obligaciones y que se tenia que casar con el para tener un hijo varón heredero del trono.
Entonces ella como no le podía convencer, le puso una serie de condiciones. Le dijo que se casaría con el siempre que le consiguiera un vestido tan dorado como el sol, otro vestido tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante como las estrellas. El rey le dijo que así seria y llamo a todos sus cortesanos y les dijo que le tendrían que encontrar el hilo de oro tan dorado como hubiera porque le tendrían que hacer un vestido tan dorado como el sol, también tendrían que buscar el hilo de plata mas fino y más brillante que hubiera porque le tendrían que hacer a su hija un vestido tan plateado como la luna, y tendrían que buscar la forma de hacer hilo de diamantes, porque le tendrían que hacer a su hija un vestido tan brillante como las estrellas.
Los sabios se pusieron a buscar el hilo más dorado del mundo, el hilo más fino del mundo y los brillantes más bonitos del mundo y la forma de convertirlos en hilo. Y después de un año, le entregaron al rey, el vestido tan dorado como el sol, el vestido tan plateado como la luna y el vestido tan brillante como las estrellas.
Cuando el rey se lo entrego a su hija, la cual pensaba que iba a tardar mas en conseguirlo, la hija se quedo asustadísima porque se tendría que casar con el.
Pero se le ocurrió una última idea y le dijo, bien, pero estos vestidos son para fiesta y yo tengo un capricho, quiero tener un regalo de compromiso, que será un abrigo que este hecho con toda clase de pieles, con un trocito de piel de todos los animales que existen en el mundo. El rey le dijo que así sería, y volvió a llamar a sus súbditos, sus consejeros,… y les pidió que cazaran en todo el mundo animales para que le dieran un trocito de piel de cada uno de ellos, para así poder hacer un abrigo con toda clase de pieles.
Pasaron dos años y el abrigo estuvo confeccionado. Era un abrigo muy grande que llegaba hasta los pies, que la cubrían por completo y como había muchos animales tenía mucho vuelo y tenía una capucha enorme con la que se podía cubrir completamente.
Era un abrigo raro pero muy bonito. El rey entonces se lo entrego a la princesa y cuando ella vio que había cumplido todas las condiciones que ella le había puesto para retrasar la boda, se metió en su habitación, cogió un saco, metió los tres vestidos, se puso su abrigo de toda clase de pieles, se tizno la cara y las manos que era lo único que no cubría el abrigo y se recogió el pelo que lo tenia tan largo, rubio y brillante tanto como el sol, para que no se le viera y se escapo por el bosque.
Las primeras noches durmió en el bosque y pasó mucho frío. Dormía donde podía, en los árboles o en alguna cueva que encontraba a su camino. Ella quería alejarse de su padre pero no sabía cuanto de lejos estaba porque en aquella época no había fronteras físicas, lo único que sabía eran los días y las noches que había caminado. Pero seguía preguntándose si su padre aún la podría encontrar, ya que como era rey podría hacer cualquier cosa para encontrarla y ella estaba aterrorizada por ello.
Estaba muy desmejorada, sucia y aunque de vez en cuando se lavara un poco con el agua de un río, su aspecto no era el mismo, y le aún seguía teniendo miedo a quitarse el abrigo y que la reconocieran como la hija del rey de aquel reino. Por esto intentaba no llamar mucho la atención.
Un día estaba caminando por el bosque y escucho ruido de caza, escucho a perros, a caballos, sonidos de espuelas… y se escondió en el hueco de un árbol tapándose con su abrigo. Pero un cazador que se bajo del caballo para hacer sus necesidades, vio en aquel árbol las pieles que cubrían a la princesa y se pensó que era un animal y cuando fue a disparar ella le dijo no me mates por favor, soy humana. Entonces el le pregunto quien era y ella le dijo que no lo recordaba, que lo único que sabia era que vivía como un animal asustado y que por favor no la matara. Entonces el cazador cuando vio que era una niña y que estaba muy sucia, le dio pena, la subió a su caballo y la llevo a un palacio de otro reino y cuando ella vio que no era el reino de su padre ella se quedo tranquila.
Como no sabia quien era ni como se llamaba, ella siempre que la preguntaban por su nombre, respondía que se llamaba toda clase de pieles. La llevaron a las cocinas para que ayudara al cocinero, y fue aprendiendo a hacer cosas. El cocinero al principio no la aceptaba y luego la fue viendo como a una hija y la fue ayudando y tratándola bien.
Aunque su vida transcurriera en las cocinas y su aspecto no fuera el de una princesa porque seguía con su abrigo de pieles y la cara y las manos tiznadas, aspecto que cuidaba cuando nadie la veía, de vez en cuando miraba al príncipe de aquel país. A pesar de que nunca se había podido acercar a el, ella se fue enamorando poco a poco de el.
Llego el momento donde los reyes decidieron que el príncipe de aquel país tenía que elegir esposa y casarse, y para ello se hicieron unos bailes para que el príncipe seleccionara a la princesa que quería que fuera su esposa.
Se decretaron tres días de baile. La primera noche del baile, ella tuvo mucho trabajo en las cocinas, preparándolo todo para que estuviera a punto para la gran fiesta. Pero cuando estuvo ya todo hecho prácticamente y solo quedaba el baile, le pidió al cocinero asomarse un poquito porque nunca había visto un baile y quería verlo. El cocinero acepto, con la condición de que no tardara mucho y de que nadie la viera. Entonces ella subió corriendo a su habitación, se lavo, se peino el pelo y se puso el vestido tan dorado como el sol. Cuando llego al baile, el príncipe la vio y solo tenía ojos para ella y estuvo bailando con ella toda la noche. Pero cuando vio que el baile estaba a punto de terminar se despidió de el y se fue corriendo a su habitación, se cambio el vestido por el abrigo, se tizno la cara y las manos, se recogió el pelo y bajo corriendo a las cocinas donde el cocinero estaba enfadado porque había tardado mucho y no le había dado tiempo ha preparar la sopa para subírsela al príncipe cuando terminara el baile. Así es que le pidió que se pusiera inmediatamente a hacer la sopa y le puso los mismos ingredientes que el cocinero, pero le añadió un ingrediente más que es el que ponen las madres, mucho amor.
La princesa tenía un colgante que cogió antes de salir del reino que era de su madre y que nunca se quitaba, y que estaba compuesto por una rueca de hilar de oro, por una devanadera y por el anillo de su madre.
Cuando tenia la sopa servida, lista para llevársela al príncipe, le echo la rueca de hilar de oro.
El príncipe se comió la sopa y cuando llego al final, vio que había una pieza de oro y le sorprendió que alguien de las cocinas pudiera tener un adorno de oro y de mujer. Entonces bajo a la cocina y le pregunto al cocinero que quien había hecho la sopa, y el cocinero le respondió que había sido el, como siempre, que si sucedía algo, que si la sopa estaba mala. El príncipe contesto que en absoluto, que estaba mucho más buena que de costumbre.
La segunda noche del baile sucede lo mismo, lo único que en vez de ponerse el vestido tan dorado como el sol, se puso el vestido tan plateado como la luna y se va a bailar con el príncipe. El príncipe bailo con ella toda la noche, pero cuando el baile estaba terminando se fue, se cambio y se bajo para las cocinas. El cocinero le dijo que hiciera la sopa, porque el día anterior le había gustado mucho. La hizo como el día anterior, le añadió mucho amor y en vez del colgante de la rueca de hilar de oro, le puso la medalla de la devanadera. Y se la subió a su habitación. El príncipe se la comió y cuando termino de comerse la sopa y vio la devanadera, bajo a la cocina y le volvió a preguntar al cocinero quien había hecho la sopa, obteniendo la misma respuesta que el día anterior.
La tercera noche del baile, la princesa le pide permiso al cocinero para ir a la fiesta y en este caso se pone el vestido tan brillante como las estrellas y se baja al baile. El príncipe la ve y pasa la noche con ella, pero como no quería que se fuera y quería casarse con ella, en un momento de distracción la deslizo por uno de sus dedos, uno de sus anillos. Ella no se dio cuenta  y cuando llego la hora de irse, se despidió de el y se fue. Como se le había echo mas tarde, se puso su abrigo de pieles encima de su vestido, se guardo el pelo y se tizno las manos, aunque hubo partes que no se tiznaron. Se bajo corriendo a las cocinas e hizo la sopa para el príncipe, poniéndole esta vez el anillo de su madre (símbolo de compromiso). Le subió la sopa al príncipe y cuando se iba a ir, este le dijo que no se marchara, que quería que se llevara ella mismo el plato, cuando el terminara. El príncipe se comió la sopa muy despacio y diciendo todo el rato lo buena que estaba. Cuando llego al final, le dijo es curioso porque el otro día me encontré una medallita, ayer me encontré otra y hoy me encontrado un anillo.
El príncipe se fue acercando a ella y ella se iba alejando. Y le pregunto que si sabia lo que era aquello que se había encontrado en la sopa y ella le dijo que no y él le cogiéndole la mano a la princesa, le dijo que era el compañero del anillo que el le había puesto en la mano esa noche durante el baile.
Le dijo que sabia que había estado escondida en las cocinas, pero que sabia que no era una fregona, porque no había ninguna fregona en el mundo que tuviera esa cara y ese pelo y le quito el abrigo y le dijo:
- No se quien eres ni me interesa, me da igual que seas rica, que seas pobre, ni de donde vengas, lo único que se es que quiero que seas mi esposa y espero que me aceptes.
Ella dijo que si. Se intercambiaron los anillos. Se casaron y fueron felices para siempre.

TODA CLASE DE PIELES

TODA CLASE DE PIELES

Esta es la historia sacada de los documentos que Irune ha subido a la plataforma.

Érase una vez un rey que tenía una esposa con el cabello de oro, y era tan hermosa que no había otra igual en la tierra. Sucedió que ella se puso enferma y, cuando sintió que iba a morir, llamó al rey y le dijo:
  —Si después de mi muerte quieres casarte, prométeme que no tomarás por esposa a otra que no sea tan bella como yo y que no tenga mis mismos cabellos de oro.
El rey estuvo inconsolable durante mucho tiempo, y no pensó en tomar otra mujer. Finalmente dijeron los consejeros:
  —No hay otra salida. El rey debe casarse de nuevo para que tengamos una reina.
A continuación se enviaron mensajeros por doquier para buscar una novia que pudiera igualarse en belleza a la reina muerta. Pero no se pudo encontrar ninguna que fuera igual y, aunque la hubieran encontrado, no había ninguna otra que tuviera sus mismos cabellos de oro. Así que los mensajeros regresaron con las manos vacías sin cumplir el encargo.
El rey tenía una hija que era tan hermosa como su madre y tenía sus mismos cabellos de oro. Cuando se hizo mayor, el rey la contempló y vio que era el vivo retrato de su madre muerta, y sintió de pronto un amor apasionado por ella. Entonces les dijo a los consejeros:
  —Quiero casarme con mi hija, puesto que es el fiel retrato de mi mujer muerta, y en ningún lugar puedo encontrar otra novia igual.
Cuando los consejeros oyeron esto, se asustaron y dijeron:
  —Dios ha prohibido que el padre se case con la hija. De un pecado no puede venir nada bueno, y el reino se verá arrastrado a la perdición.
La hija se asustó todavía más cuando supo la decisión de su padre. Sin embargo, esperaba hacerle desistir de su proyecto. Entonces le dijo a su padre:
  —Antes de que se cumpla vuestro deseo, tengo que tener varios trajes: uno tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y el tercero tan brillante como las estrellas; luego quiero un abrigo de toda clase de pieles. Cada animal de vuestro reino debe dar un trozo de su piel para confeccionarlo.
Ella pensó: «Es casi imposible lograr esto, y mientras tanto puedo apartar a mi padre de sus malos pensamientos.»
El rey no cedió, y las doncellas más hábiles del reino tejieron los tres vestidos: uno tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y el tercero tan brillante como las estrellas. Y sus cazadores apresaron a todos los animales del reino y le quitaron a cada uno un trozo de su piel; con ellos se hizo un abrigo de toda clase de pieles.
Finalmente, cuando todo estuvo preparado, el rey hizo traer el abrigo, lo extendió ante ella y dijo:
  —Mañana se celebrará la boda.
Cuando la princesa vio que no había esperanza alguna de cambiar los sentimientos de su padre, tomó la decisión de huir en la noche, mientras todos dormían. Se levantó y cogió tres de sus tesoros: un anillo de oro, un torno de hilar de oro y una devanadera de oro; metió los tres vestidos de sol, de luna y de estrellas en una cáscara de nuez, se puso el abrigo hecho con toda clase de pieles y se tiznó la cara y las manos. Luego se encomendó a Dios y partió, andando toda la noche hasta que llegó a un gran bosque. Como estaba muy cansada, se sentó en un árbol hueco y se durmió.
Salió el sol y ella seguía durmiendo; se hizo completamente de día y aún continuaba durmiendo. Entonces sucedió que el rey al que pertenecía el bosque fue a cazar allí. Llegaron sus perros al árbol, lo olfatearon y corrieron a su alrededor ladrando. El rey dijo a los cazadores:
  —Mirad a ver qué clase de animal salvaje se ha escondido ahí.
Los cazadores obedecieron el mandato y, cuando regresaron, le dijeron:
  —En el árbol hueco hay un animal maravilloso, como no hemos visto otro igual; su pellejo es de toda clase de pieles, está echado y duerme.
  —Mirad a ver si podéis apresarlo vivo —dijo el rey—; atadlo luego al carruaje y traedlo con vosotros.
Al apresar los cazadores a la joven, ésta se despertó sobresaltada y les dijo:
  —Soy una pobre criatura, abandonada de padre y madre; compadeceos de mí y llevadme con vosotros.
Entonces ellos dijeron.
  —«Toda-clase-de-pieles», tú sirves para estar en la cocina; vente y barrerás la ceniza.
Así pues, la sentaron en el carruaje y la llevaron hasta el palacio real. Le asignaron un cuchitril bajo la escalera, donde no entraba la luz, y dijeron:
  —Animalillo salvaje, ahí puedes vivir y dormir.
Luego la enviaron a la cocina y ella traía el agua, la leña, atizaba el fuego, desplumaba las aves, limpiaba las verduras, barría la ceniza y hacía todo el trabajo ingrato.
Así vivió «Toda-clase-de-pieles» pobremente durante mucho tiempo. ¡Ay, pobre princesa, qué será de ti!
Pero sucedió que una vez se celebró una fiesta en el palacio, y ella le dijo entonces al cocinero:
  —¿Puedo subir y mirar un poco? Me colocaré ante la puerta.
El cocinero dijo:
  —Ve, pero en media hora tienes que estar de vuelta y recoger la ceniza.

Ella cogió su lamparita de aceite, fue a su cuchitril, se quitó la piel y se lavó el hollín de la cara y las manos, de manera que su belleza volvió a salir a la luz del día. Luego abrió la nuez y sacó el vestido que brillaba como el sol. Hecho esto, subió a la fiesta y todos le cedían el paso, pues nadie la conocía y pensaban que era una princesa. El rey le salió al paso, le dio la mano y bailó con ella pensando para sí: «Nunca he visto otra mujer más hermosa.»
Terminó el baile, se inclinó y, cuando el rey miró a su alrededor, había desaparecido sin que nadie supiera a dónde había ido. Se llamó a los vigilantes que estaban ante palacio, pero nadie la había visto. Entre tanto, ella fue a su cuchitril, se quitó rápidamente el vestido, se tiznó la cara y las manos, se puso el abrigo de pieles, y otra vez quedó convertida en «Toda-clase-de-pieles». Cuando llegó a la cocina y quiso ponerse a trabajar y barrer la ceniza, dijo el cocinero:
  —Déjalo hasta mañana. Hazme la sopa para el rey, pero no dejes que se te caiga ningún pelo; si no, no comerás más pan en el futuro.
El cocinero se fue y la muchacha hizo la sopa para el rey. Le hizo una sopa de pan todo lo mejor que supo y, cuando estuvo terminada, cogió de su cuchitril su anillo dorado y lo puso en la fuente en la que estaba preparada la sopa. Cuando el baile terminó, el rey pidió la sopa y la comió, y le gustó tanto que pensó que nunca había comido otra igual. Al llegar al fondo de la fuente, vio el anillo de oro y no pudo comprender cómo había llegado hasta allí. Entonces ordenó al cocinero que se presentara ante él. El cocinero se asustó cuando oyó la orden y le dijo a «Toda-clase-de-pieles»:
  —Seguro que has dejado caer algún pelo en la sopa. Como sea verdad, te pego una paliza.
Cuando llegó ante el rey, éste le preguntó quién había preparado la sopa. El cocinero respondió:
  —¡La he preparado yo!
Pero el rey dijo:
  —No es verdad; estaba hecha de otra manera y mejor que otras veces.
El cocinero contestó:
  —Tengo que confesar que no la he hecho yo, sino el animalillo salvaje.
Dijo el rey:
  —Hazla que suba.
Cuando «Toda-clase-de-pieles» llegó, le preguntó el rey:
  —¿Quién eres?
  —¡Yo soy una pobre criatura que no tiene padre ni madre!
El siguió preguntando:
  —¿Para qué estás en mi palacio?
Ella contestó:
  —Para nada bueno, solamente para que me tiren los zapatos a la cabeza.
El siguió preguntando:
  —¿De dónde has sacado el anillo que estaba en la sopa?
Ella contestó:
  —No sé nada de ese anillo.
Así que el rey no pudo aclarar nada y le dijo que se fuera.
Pasado algún tiempo, se celebró de nuevo una fiesta, y «Toda-clase-de-pieles» le volvió a pedir al cocinero que la dejara mirar como la última vez.
  —Sí —contestó él—, pero vuelve dentro de media hora y hazle al rey la sopa de pan que tanto le gusta.
Ella se dirigió entonces a su cuchitril, se lavó velozmente, sacó de la nuez el traje que era tan plateado como la luna, y se lo puso. Subió y parecía una princesa. El rey salió a su encuentro y se alegró de verla de nuevo y, como empezaba en ese momento el baile, bailaron juntos. Pero cuando terminó el baile, desapareció tan rápidamente que el rey no pudo ver a dónde se dirigía.
Ella corrió a su cuchitril y se convirtió de nuevo en animalillo salvaje y fue a la cocina para preparar la sopa de pan. Aprovechando que el cocinero estaba arriba, cogió el torno de hilar de oro y lo metió en la fuente, de tal manera que preparó la sopa por encima del torno. Luego se la llevaron al rey, que la comió y le supo tan rica como la vez pasada, e hizo venir al cocinero, que tuvo que confesar de nuevo que «Toda-clase-de-pieles» había preparado la sopa. «Toda-clase-de-pieles» se presentó de nuevo ante el rey, pero ella contestó que solamente estaba allí para que le tiraran los zapatos a la cabeza y que no sabía nada del torno de oro.
El rey organizó una fiesta por tercera vez, y pasó lo mismo que las veces anteriores. De modo que el cocinero le dijo:
  —Tú eres una bruja, animalillo salvaje. Siempre echas algo a la sopa para que esté muy rica y le sepa al rey mejor que la que hago yo.
Pero como se lo pidió tan insistentemente, la dejó ir un rato. Se puso el traje que brillaba como las estrellas y entró con él en la sala. El rey bailó nuevamente con la hermosa doncella y pensaba que nunca había estado tan hermosa. Mientras bailaban, sin que ella se diera cuenta, le puso en el dedo un anillo de oro. Había ordenado que el baile durara mucho tiempo y cuando éste se acabó, quiso retenerla por las manos, pero ella se soltó y se mezcló entre la gente tan rápidamente, que desapareció de su vista. Corrió todo lo que pudo hasta su cuchitril, bajó la escalera, pero como se había entretenido mucho más de media hora, no pudo quitarse el hermoso traje, sino que se echó el abrigo de pieles sobre él, y con la prisa no se tiznó del todo, sino que un dedo se le quedó blanco. «Toda-clase-de-pieles» se dirigió corriendo a la cocina, hizo la sopa de pan para el rey y en un momento en que el cocinero salió, puso dentro la devanadera de oro.
Cuando el rey encontró la devanadera en el fondo, hizo llamar a «Toda-clase-de-pieles»; entonces vio su blanco dedo y el anillo que le había puesto en el baile. La cogió por la mano y la sujetó. Ella quiso soltarse y escapar, pero el abrigo de pieles se le abrió un poco y el rey pudo entrever el brillo del traje de estrellas. El rey tiró del abrigo, descubriendo los cabellos de oro de la princesa, que apareció ante él en todo su esplendor y ya no pudo ocultarse por más tiempo.
Cuando se quitó el hollín y la ceniza de la cara, era lo más hermoso que se había visto nunca en la tierra.
El rey dijo:
  —Eres mi querida prometida y no nos separaremos nunca más.
A continuación se celebró la boda y vivieron felices hasta su muerte.

viernes, 26 de noviembre de 2010

LA FÁBULA DE CUPIDO Y PSIQUE

LA FÁBULA DE CUPIDO Y PSIQUE

Quiero subir a mi blog para que nunca se me olvide esta maravillosa historia, “La fábula de Cupido y Psique” de la obra “El asno de oro” de Apuleyo.
Esta historia nos la contó en clase nuestra profesora de literatura infantil, la contó en dos partes y esperar a la siguiente semana para escuchar el desenlace, resistiendo a la tentación de no buscarla en internet fue muy duro, pero mereció la pena porque no me hubiese gustado igual si la hubiese leído que si se la hubiese escuchado a ella. La forma de contarlo ayuda mucho a vivir la historia de una manera más intensa.


Había una vez, un rey, padre de tres hijas espléndidas. La más joven, Psiqué, era mucho más hermosa que sus dos hermanas y al lado de ellas parecía una diosa entre simples mortales. La fama de su hermosura se extendió por toda la tierra y de todas partes los hombres se ponían en camino para admirarla con rendida adoración y prestarle pleitesía, como si de una inmortal se tratara. Se llegó a decir incluso que la misma Venus no podía rivalizar con ella. Y cuantos más y más se presentaban ante ella, menos se acordaban de Venus. Los templos de la diosa estaban abandonados, sus altares cubiertos de frías cenizas y las ciudades consagradas a la diosa se convertían en ruinas. Todos los honores reservados hasta entonces se le tributaban a una simple muchacha, destinada a morir en día no lejano.

La diosa no podía aceptar semejante situación, y como siempre que se encontraba en apuros, requirió ayuda de su hijo, que unos llaman Cupido y otros Amor, y contra cuyas flechas no existe protección en el cielo ni en la tierra. Le contó sus cuitas, y, como siempre, se prestó a obedecer sus órdenes. "Usa tu poder - le dijo ella - y haz que esta pequeña desvergonzada se enamore locamente de la más vil y despreciable criatura que haya en el mundo". Él lo habría hecho ciertamente si Venus, olvidando en el furor de sus celos que aquella belleza podría ilusionar al mismo dios del Amor, no le hubiera mostrado antes a Psiqué. Cuando la hubo visto, el mismo Cupido se sintió con el corazón traspasado por una de sus flechas. Nada dijo a su madre; la verdad es que no tenía fuerzas para proferir una sola palabra y Venus se marchó convencida de que la suerte de Psiqué estaba echada.

Las cosas, sin embargo, ocurrieron de distinta manera a como ella creía. Psiqué no pensó nunca enamorarse de un malvado; en efecto, no se enamoró de nadie y, más extraño todavía, nadie se enamoró de ella. Los hombres seguían satisfechos en su contemplación, admirándola, adorándola, después pasaban de largo y desposaban a otra. Sus dos hermanas, aun siendo infinitamente menos seductoras, habían celebrado dos espléndidas bodas, cada una con un rey. Psiqué, la mas hermosa, triste y solitaria, admirada siempre, pero jamás amada. Le parecía que ningún hombre la querría por esposa y ello causaba gran inquietud a sus progenitores. Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psiqué. El dios consintió en responder, pero su profecía fue terrible. Apolo decretó que Psiqué, vestida con negros crespones, debía ser llevada a la cumbre de una colina y permanecer allí sola; el marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y más poderosa que los mismos dioses, llegaría hasta ella y la haría su esposa...

No se puede imaginar el desespero que se apoderó de aquellos a quienes el padre de Psiqué contó tan triste noticia. Se preparó a la joven como para sus funerales, y con más lamentos que si se tratara de conducirla a la tumba la llevaron a la colina. Solo Psiqué permanecía animosa y decidida. "Mas que llorar por mi -les dijo- debéis hacerlo por esta belleza que me ha granjeado la envidia del cielo. Marchad ahora, y sabed que deseo que pronto llegue el final". Desesperados partieron todos, abandonando a su destino a la radiante y desventurada muchacha y se encerraron en su palacio para llorar por ella el resto de sus días.

Sobre la colina, y en medio de la oscuridad, Psiqué permaneció sentada a la espera. Mientras temblaba y lloraba, en la calmada noche llegó hasta ella una ligera brisa, el dulce viento de Céfiro, el más suave de los vientos. Sintió que se elevaba. Se deslizó de pies por el aire sobre la colina rocosa hasta una pradera mullida como un lecho y perfumada por las flores. El hizo lo posible para que olvidara sus penas y la durmió. Despertó después a orillas de un claro arroyo a cuya vera se elevaba un castillo imponente y magnífico. Parecía destinado a un dios, con sus columnas de oro, muros de plata y suelos incrustados de piedras preciosas. Reinaba un silencio absoluto. Su interior parecía desierto y Psiqué se acercó cautelosa y atemorizada a la vista de tanto esplendor. Permaneció recelosa en el umbral cuando percibió unos ruidos; no veía a nadie, pero oía las palabras con claridad: "La casa es para ti -le decían-. Entra sin miedo y báñate, refréscate; en seguida se pondrá en tu honor la mesa del banquete".

Nunca había tomado un baño tan delicioso ni probado platos tan agradables. Mientras comía, escuchó a su alrededor una dulce música, como un arpa que acompañaba a un numeroso coro. La oía pero tampoco la veía. Todo el día estuvo sola, acompañada únicamente por las voces que escuchaba. Pero sin podérselo explicar presentía que su marido vendría al caer la noche. Y así fue. Cuando le sintió cerca de sí y escuchó su voz que murmuraba dulcemente a su oído, desaparecieron sus temores. Sin verle siquiera, estaba cierta que no era un monstruo ni tenía forma espantosa, sino que era el amante esposo que tanto tiempo había deseado.

Aunque esta presencia mediatizada no podía satisfacerla plenamente, sin embargo se encontraba feliz y el tiempo transcurría rápido para ella. Pero una noche, su querido e invisible esposo le habló muy seriamente y le advirtió que un gran peligro le amenazaba bajo la forma de sus dos hermanas. "Vuelven a la colina de donde has desaparecido para llorar por ti -le dijo-. Pero no es conveniente que te descubran. Si lo hacen me causarás una pena inmensa y te destruirás a ti misma". Prometió no dejarse ver y pasó todo el día siguiente llorando, pensando en sus hermanas y en la prohibición que tenía de no consolarlas. Pero lloró todavía más cuando volvió su marido y ni siquiera las caricias que él le prodigó pudieron secar sus lágrimas. Al fin, con gran disgusto, él cedió: "Haz lo que quieras -dijo- pero, te lo repito, estas buscando tu ruina, tu propia destrucción". Después, solemnemente, le explicó que no se dejara persuadir por nadie para que intentara verle, pues quedaría separada de él para siempre. Psiqué obedeció entre protestas, pues prefería morir cien veces que vivir sin el. "Pero otórgame la alegría de ver a mis hermanas" le suplicó ella. Tristemente, él se lo concedió.

Al día siguiente, llevadas por Cefiro, las dos hermanas descendieron de la montaña. Alegre, con el corazón palpitante de emoción, Psiqué las esperaba; su alegría era muy grande. Transcurrió largo rato antes de que las tres lograran hablarse; su alegría era muy grande y solo pudieron expresarse en suspiros. Por fin entraron en el palacio y las dos hermanas mayores revolvieron todos los magníficos tesoros. En un opulento festín escucharon maravillosa música. Y la envidia, la amarga envida y una curiosidad devoradora se apoderaron de ellas. ¿Quién era el dueño de tal magnificencia? ¿Quién era el esposo de su hermana? Querían saberlo pero Psiqué, que mantenía su palabra, solo les dijo que su marido era un hombre joven que estaba participando en una cacería. Después, les llenó las manos de oro y joyas y pidió a Cefiro que las devolviera a la colina. Dejaron a Psiqué, pero el fuego de los celos quemaba sus corazones. Comparadas con Psiqué, las riquezas propias y su felicidad les parecían nada, y su envidiosa cólera creció tanto en ellas que llegaron a tramar juntas la perdición de su hermana.

Aquella noche, el esposo de Psiqué le advirtió una vez más que no volviera a ver a sus hermanas. Pero ella replicó que no podía dejar de verlas. ¿Tenía que prohibirle ver a sus hermanas a quienes tanto amaba? El cedió de nuevo y en seguida las dos ruines hermanas llegaron. Traían planes muy concretos. Las palabras vacilantes de su hermana y sus contradictorias respuestas, cuando le pidieron que describiera a su marido, avivaron su curiosidad. Estaban convencidas de que, no solo Psiqué no lo había visto todavía, sino que incluso ignoraba su identidad. No le expusieron sus sospechas, pero le reprocharon por disimular tan triste situación a sus hermanas. Ellas lo habían comprendido, le dijeron, y estaban seguras de que su marido no era un hombre, sino mas bien la horrenda serpiente profetizada por el oráculo de Apolo. El de momento se mostraba dulce, pero llegaría una noche en que se arrojaría sobre ella para devorarla.

Psiqué, consternada, sentía que el terror invadía su corazón e iba matando poco a poco su amor. Muchas veces se preguntaba por qué él no le permitía verle, y sospechaba que debía tener para ello alguna poderosa razón, ¿Qué sabía de él en realidad? Si no era tan horrible, ¿por qué tenía la crueldad de ocultarse a su vista? Triste, temblorosa y balbuceante, dio a entender a sus hermanas que no podía negar lo que le decían, pues hasta aquel momento su marido no la había poseído sino en la mas profunda oscuridad. "Debe ocultar algo horrible para que tema tanto la luz del día" dijo ella sollozando, y les pidió consejo.

Ellas lo tenían ya todo previsto, pues lo prepararon con antelación. Psiqué debía ocultar un cuchillo bien afilado y una lámpara al lado de su lecho. Cuando su marido estuviera profundamente dormido, ella se levantaría, encendería la lámpara y empuñando el cuchillo, lo clavaría en la figura horrible que la luz le descubriera.

La dejaron abrumada por la duda y fuera de si, sin saber qué partido tomar. Ella le amaba y él era su amante esposo... Durante todo el día sus pensamientos luchaban dentro de ella. Cuando llegó la noche, había abandonado la lucha. Estaba decidida a matarlo...

Cuando él se durmió apaciblemente, ella se revistió de valor y encendió la lámpara. Caminando sobre las puntas de los pies se acercó al lecho y, elevando la luz, contempló lo que tenía ante sus ojos. ¡Oh, su corazón sintió un profundo alivio y el más sublimado éxtasis! La luz no le hizo ver un monstruo, sino la más bella de las criaturas. Invadida por la vergüenza de su locura y por su poca confianza, Psiqué se hincó de rodillas y si el cuchillo no hubiera caído de sus manos temblorosas lo habría clavado en el propio pecho. Pero mientras se hallaba reclinada sobre él, contemplando tan gran belleza, una gota de aceite cayó de la lámpara en la espalda de aquel bello joven. Se despertó sobresaltado, vio la luz y comprendió la desconfianza de Psiqué, y sin pronunciar palabra se marchó.

Psique corrió tras él. No podía verle, pero oía su voz que le hablaba. Le dio a conocer su nombre y con tristeza le dijo adiós: "El Amor no puede vivir sin confianza" y con esas últimas palabras la abandonó. "El dios del amor" pensó ella "era mi esposo, y yo, miserable, no tuve fe en su palabra. ¿Se ha marchado para siempre? De todas maneras -pensó ella llena de coraje- puedo pasar el resto de mi vida buscándolo. Si él no quiere ya amarme, yo sabré demostrarle mi amor". Y se puso en camino sin rumbo fijo; solo sabía una cosa: que jamás renunciaría a volverle a encontrar.

Entretanto, él fue a reunirse con su madre para pedirle que curara su herida, pero cuando Venus supo su historia y comprendió lo que Psiqué había pretendido, llena de cólera le dejó solo con su tristeza. Marchó en busca de la muchacha por cuya causa había sentido celos mortales. Venus estaba decidida a demostrar a Psiqué lo que cuesta escapar de la ira de una diosa.

La pobre Psiqué, en su desolado vagabundear, intentaba reconciliarse con los dioses. Les dirigía continuas y ardientes suplicas, pero ninguno de ellos quería granjearse la enemistad de Venus. Psiqué comprendió al fin que los dioses no le ofrecían esperanza alguna y tomó una rápida decisión. Se dirigiría a Venus, se ofrecería a servirla e intentaría apaciguar su cólera. "Y quién sabe -se dijo- quién sabe si él no estará en casa de su madre". Y se puso en camino para encontrar a la diosa, quien a su vez andaba buscándola.

Entretanto, Psiqué no sólo se tenía que preocupar de volverse a reunir con su marido y de ella misma, pues los primeros indicios de estar embarazada ya veían la luz.

Cuando las dos se encontraron, Venus se echó a reír y le dijo con desprecio si buscaba un marido, el que había tenido y que rehusaba verla después que escapó de la muerte a causa de las quemaduras que ella le causara. "Pero en verdad -dijo la diosa- eres tan descarada y te preocupas tan poco de tu aspecto que jamás encontraras un enamorado. Para darte pruebas de mi buena voluntad voy a enseñarte cómo hacerlo". Pidió gran cantidad de semillas de las más pequeñas, trigo, amapolas, mijo y otras, y las mezcló en un solo montón. "Por tu propio interés, procura que todas estén separadas para esta tarde" dijo la diosa. Y tras estas palabras se fue.

Psiqué quedo sola y, sentada, contempló el montón de semillas. No cabía en su cabeza la crueldad de esta orden que la desorientaba. Además, le parecía inútil ponerse a realizar un trabajo de tan difícil ejecución. Pero ella, que jamás despertó compasión de nadie en el mundo de los mortales ni de los inmortales, en esta penosa situación suscitó la piedad de las más pequeñas de las criaturas, las hormigas. "Venid, compadeceos de esta pobre criatura, ayudémosla pronto" se decían unas a otras. Todas respondieron a este llamamiento; vinieron en masa y trabajaron afanosamente separando y amontonando, y lo que fue un montón informe se convirtió en una serie de montoncillos bien ordenados, compuestos cada uno por una variedad de semilla. Así lo encontró Venus a su regreso, y al verlo se puso furiosa. "Aun no has terminado tu trabajo", le dijo. Dio un mendrugo de pan a Psiqué y le ordenó dormir en el suelo, mientras ella se tendía en su lecho blando y perfumado.

Si la podía obligar por largo tiempo a un trabajo duro y penoso, e incluso hacerle pasar hambre, la belleza odiosa de esta muchacha no lo podría resistir. Entretanto, impediría que su hijo abandonara la habitación donde todavía se encontraba, sufriendo a causa de su herida. Venus se sentía satisfecha por el cariz que tomaban los acontecimientos

A la mañana siguiente se le ocurrió un nuevo trabajo para Psiqué, una faena peligrosa. "Abajo, en la orilla del río, donde crecen unos espesos zarzales, se encuentran corderos que tienen el vellocino de oro. Ve y tráeme un poco de su brillante lana". Cuando la joven, extenuada, llegó junto a la corriente de agua, intentó lanzarse en ella y terminar así sus penas. Pero al inclinarse oyó una débil voz que parecía salir del suelo. Bajó los ojos y notó que la voz provenía del rosal. Le decían que no debía ahogarse, pues las cosas no se le presentaban mal. Los corderos estaban muy nerviosos y alborotados, pero si Psiqué esperaba un momento en que por la tarde salían de sus rediles para descansar y abrevar a la orilla del riachuelo, solo tendría que entrar en los corrales y recoger los copos de lana enganchados en las zarzas.

Así habló el dulce y gentil rosal, y Psiqué siguiendo su consejo recogió gran cantidad de hilos de oro para su cruel dueña. Venus la recibió con helada sonrisa. "Alguien te ha ayudado -le increpó bruscamente- tu sola no lo habrías podido realizar. Te voy a dar otra ocasión de probar que tienes el corazón tan decidido como aparentas. ¿Ves aquella agua tan negra que desciende de la colina? Es el nacimiento del río terrible y aborrecido, el Estige. Allí llevan a los difuntos para borrar sus recuerdos y pasar al reino de los muertos. Llena este frasco". Era la prueba más dura que le habían impuesto. Psiqué se dio cuenta al llegar a la cascada. Las rocas que la rodeaban eran escarpadas y deslizantes; el agua se precipitaba por lugares tan abruptos que solo una criatura alada podía aproximarse. Y efectivamente, un águila la ayudó. Planeaba con sus enormes alas por los alrededores cuando vio a Psiqué y se compadeció de ella. Con su pico le arrebató el frasco de sus manos, lo llenó de agua negra y se lo devolvió.

Pero Venus se dio cuenta. Todo lo que ocurría la incitaba a pruebas más difíciles. Dio una caja a Psiqué con la consigna de llevarla al hades y rogar a Perséfone, reina del mundo subterráneo, que metiera en ella un poco de su belleza. Psiqué debía insistir sin desmayos y hacer comprender a Perséfone que Venus padecía necesidad urgente, pues estaba ajada y agotada de atender a su hijo enfermo. Obediente como siempre, Psiqué se fue a buscar el camino que conducía al Hades. Cuando pasaba ante una torre, ésta se ofreció a guiarla y le señaló el rumbo que la llevaría al palacio de Perséfone: debía pasar primero por un gran agujero que había en tierra y después por el río de la muerte donde debía entregar una moneda al barquero Caronte para que la transportara a la otra orilla. Allí el camino descendía recto al palacio. Cancerbero, el perro de tres cabezas, guardaba las puertas, pero si ella le ofrecía un dulce se amansaría y le permitiría entrar.

Todo ocurrió como la torre anunció. Perséfone no deseaba más que servir a Venus; Psiqué, muy animada, tomó la caja y volvió más rápida que había ido.

Llevada por la curiosidad, y más todavía por su vanidad, quiso ver el encanto que la caja contenía y, a poder ser, usar un poco en ella misma. Al igual que Venus, sabía que su belleza estaba resentida por los sufrimientos y no le abandonaba un instante la idea de recobrar a Cupido. ¡Ojala otra vez pudiera volverse mas bella para él! Incapaz de resistir la tentación, abrió la caja y con gran desencanto no encontró nada; estaba vacía. Entonces un decaimiento mortal se apoderó de ella y cayó en un profundo sueño.

En este crítico momento intervino el dios del Amor. La herida de Cupido ya había curado y deseaba ardientemente encontrar de nuevo a Psiqué. Es difícil contener el amor. Venus había cerrado las puertas, pero quedaban las ventanas. Nada más fácil para Cupido que escapar por una de ellas y buscar a su esposa. En un momento arrancó el sueño de los ojos de Psiqué y lo encerró en la caja. Después despertó a su mujer con un beso. La riñó un poco por su curiosidad, le dijo que llevara a su madre la caja de Perséfone y le aseguró que todo en adelante tendría un feliz desenlace.

Mientras Psiqué se apresuraba a obedecer, el dios del Amor se marchó al Olimpo. Quería asegurarse de que Venus no le pondría más dificultades y planteó el caso ante Júpiter. El padre de los dioses y de los hombres consintió enseguida en todo lo que Cupido le pedía. Convocó a los dioses y les anunció (a Venus y a los demás) que Cupido y Psiqué estaban oficialmente casados y propuso conceder la inmortalidad a la esposa. Mercurio elevó a Psiqué hasta el cielo y la depositó en el palacio de los dioses. El mismo Júpiter le hizo gustar la ambrosía que le otorgaba la inmortalidad. Esto, naturalmente, cambiaba la situación. Venus no podía ya censurar a la diosa que había llegado a ser su bella nuera. Se imponía una alianza y así pensó que Psiqué, viviendo en el cielo con su marido, le faltaría tiempo para bajar a la tierra, acaparar la atención de los hombres e inmiscuirse en su culto.

Al poco tiempo, de estar nuevamente juntos, Psiqué dio a luz a un niño y una niña, cuyos nombres fueron Placer y Delicia. Todo terminó felizmente. El Amor y el Alma se buscaron y tras duras pruebas se encontraron. Y esta unión no debía romperse jamás.
















Esta historia esta escrita de diferente forma a como la escuchamos en clase, en mi opinión me gusto mas la escuchada en clase.
El mensaje que la historia quiere transmitir es que cuando encuentras el amor verdadero se es capaz de equilibrar la razón (Psique) y el amor (Cupido) y esto nos lleva al placer y al delirio, los dos hijos gemelos que surgieron fruto de este amor.

Otra historia que habla de los sentimientos aunque no tiene nada que ver con esta es, la isla de los sentimientos o ¿por qué el amor es ciego?

REFLEXIÓN BLOQUE I

REFLEXIÓN BLOQUE I

Este primer bloque ha sido muy cortito pero muy intenso e interesante.
En un principio nos reunimos en grupo para intentar definir con nuestras propias palabras y desde nuestros conocimientos previos una serie de conceptos básicos para esta asignatura, y al día siguiente fuimos poniendo en común. Cada grupo iba diciendo la definición que había dado a cada palabra e íbamos viendo los errores y la definición correcta.
Parece un ejercicio muy fácil porque la mayoría de las palabras sabíamos lo que eran y las habíamos usado en más de una ocasión, pero a la hora de definirlas no nos resulto tan fácil, como por ejemplo literatura, cuento, cuentacuentos…
Además no habíamos tenido en cuenta que muchas palabras eran polisémicas por lo que tenían varios significados y la mayoría de los grupos solo habíamos puesto una.
No sabía que las obras se clasifican en literatura, paraliteratura y subliteratura, ya definidas en el la puesta en común.
Es muy importante también que sepamos diferenciar entre literatura y literatura infantil, ya que no es lo mismo.
Otra cosa que debemos de saber es que hay diferentes tipos de textos y que es necesario que sepamos bien que es cada uno para no confundirlos. Estos textos son folclóricos y de autor, donde la diferencia es muy clara, los textos de autor tienen autor ya sea conocido o anónimo y los textos folclóricos no tienen autor sino que han pasado de generación en generación y de boca en boca, por lo que se han ido adaptando o modificando.
Otros conceptos que parecían semejantes y que son totalmente diferentes son los cuentacuentos, cuentos, lectura y narración con libro. Es muy importante que sepamos cual usar en cada momento y para eso ayuda el saber lo que significa cada uno.
Hay otros conceptos que usaremos mucho cuando seamos maestras como la biblioteca de aula y el rincón de lectura, que ya sabíamos y que hemos comprobado que no es lo mismo.

En conclusión, creo que ha sido muy importante y muy interesante hacer esta actividad, para darnos cuenta de los conocimientos previos que tenemos y para poder corregirlos y así ir construyendo nuevos conocimientos de una manera correcta.
Que haya sido en grupo ha ayudado a darnos cuenta de que compartíamos algunos aspectos y otros no y así irnos dando cuenta de cuales eran más acertados. El debate fue muy interesante y entretenido.
La actividad me ha gustado mucho y me ha sido de gran utilidad, aunque al principio pensaba que iba a ser muy complicada.

¿QUÉ DESEAN LAS MUJERES?

¿QUÉ DESEAN LAS MUJERES?

Esta historia, es una variante de la que vimos en clase. El mensaje es el mismo pero la historia varía un poquito.

Una bonita historia de las que terminan con un final muy interesante.

El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques.
El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad.
Pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta difícil.
La pregunta era:

¿Qué quiere realmente la mujer?

Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al joven Arturo le pareció imposible contestarla…
Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regreso a su reino y empezó a interrogar a la gente.
A la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufón de la corte… En suma, a todos, pero nadie pudo darle una respuesta convincente.
¡Eso sí!, todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues solo ella sabría la respuesta.
El precio sería alto, ya que la vieja bruja era famosa en todo el reino por el precio exorbitante que cobraba por sus servicios.
Llego el último día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera.
Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria, a condición de que primero aceptara el precio.
Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda y el más intimo amigo de Arturo.
El joven Arturo la miro horrorizado: era jorobada, feísima, tenía un solo diente, despedía un hedor que daba nauseas, hacía ruidos obscenos.
Nunca se había topado con una criatura tan repugnante. Se acobardo ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible.
No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la preservación de la Mesa Redonda.
Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo: Lo que realmente quiere la mujer es… “Ser la soberana de su propia vida”.
Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una Gran verdad y que el joven rey Arturo estaría a salvo. Y así fue: al oír la respuesta, el monarca vecino le devolvió la libertad.
Pero menuda boda fue aquella… asistió la corte en pleno y nadie se sintió mas desgarrado entre el alivio y la angustia, que el propio Arturo.
Gawain se mostró cortes, gentil y respetuoso.
La bruja, se comporto fatal, comiendo directamente del plato sin usar los cubiertos, emitió ruidos y olores espantosos.
Llegó la noche de bodas. Cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial, aguardaba a que su esposa se reuniera con él.
Ella apareció con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver… Gawain quedó estupefacto y le preguntó que había sucedido.
La joven respondió que como había cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible y la otra mitad con su aspecto atractivo. Y le preguntó ¿cuál prefería para el día y cuál para la noche?
¡Qué pregunta cruel…! Gawain se apresuró a hacer cálculos…
¿Quería tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches en la privacidad de su alcoba a una bruja espantosa? ¿O prefería tener durante el día a una bruja y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal?
El noble Gawain replicó que la dejaría elegir por sí misma.
Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama de día y de noche, porque el la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.